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Pepe Fajardo, el guardián del coliseo blanco
REAL JAÉN

Pepe Fajardo, el guardián del coliseo blanco

El Real Jaén homenajeó el pasado sábado a una persona que lleva desde los 18 años colaborando con el club

JOSÉ A. GUTIÉRREZ

Martes, 20 de septiembre 2016, 22:51

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Es una enciclopedia, viviente, del Real Jaén. José Fajardo López se enamoró del club blanco cuando todavía no había cumplido los 18 años y, desde entonces, no se ha separado ni un momento del club que lleva en su corazón. «Por el Real Jaén se puede decir que casi no tengo ni vacaciones», asegura, y eso sin cobrar ni una peseta de las de antes, ni un euro de los de ahora.

Y todo, pese a que su pasión por los colores blanco y morado casi le cuesta la vida. «En un partido de Copa, en la temporada 92-93 ante el Villarreal saltó el cuadro de la luz del antiguo La Victoria. No teníamos iluminación en una parte de los vestuarios y yo estaba allí trabajando. Había un problema, el campo estaba lleno y el colegiado se empeñó en que había que encender los focos. Le dije que esperara, pero me insistió y una sobrecarga hizo que todo saltase por los aires y me pilló de pleno. Estuve a punto de morir. Acabé en urgencias y el partido se jugó con retraso», rememora Pepe, al que aún le quedan algunas secuelas en sus manos de aquel accidente.

Lleva más de 46 años ligado al Real Jaén. «Nunca nadie se había acordado de mí, pero los actuales directivos son muy buenos amigos y les agradezco este detalle».

Fajardo fue el encargado de instalar las antiguas torretas del viejo Estadio de La Victoria. «El presidente Antonio Horna las adquirió en la temporada 66-67. Se las compró al Atlético de Madrid cuando se trasladó del Stadium Metropolitano al Vicente Calderón», recuerda. «Llegaron también jugadores como Ignacio, Blanco, Adrián, Bernal, una serie de futbolistas que vinieron en aquella época. Yo participé en el montaje y me dijeron que me quedara de mantenimiento y hasta hoy. De ese campo no tendríamos que habernos ido nunca. Las circunstancias mandan. Aquello era divino, tendría que estar ahí todavía».

Con Juan Carlos Hidalgo fue directivo en su etapa como presidente. «Con Higinio también me une una gran amistad. Con ningún presidente he tenido problema alguno. Con todos he colaborado y he estado muy bien».

Es el primero que llega al estadio cuando hay partido. «Tres horas antes, eso si no voy por la mañana. Y me voy el último porque tengo que cortar luces y dejarlo todo en condiciones. También hay un gran equipo humano, cada uno tiene su misión. Tengo también que coordinar a los porteros, que tampoco cobran un sólo duro. Yo nunca he cobrado nada y no pienso hacerlo. Si hubiera que pagar a 22 porteros que hay...».

Una sonrisa se dibuja en su rostro cuando recuerda el ingenio de los jienenses a la hora de intentar acceder, de gorra, al estadio. «Anécdotas en la puerta hay infinidad. Gente que intenta ser muy lista, que afirma haber perdido el carnet, que ya no puede sacar la entrada porque se ha cerrado la taquilla... y los conocemos. Estoy convencido de que ningún portero deja entrar al campo a nadie si no cumple con los requisitos, entrada o carnet. Eso se cumple a rajatabla. Incluso una vez nos sucedió que llegó un señor vestido de riguroso luto y nos dijo que necesitaba entrar para avisar a un familiar del fallecimiento de otro familiar muy allegado. Lo dejamos entrar y al ver que no salían decidimos ir a buscarlos y estaban dando saltos en la grada animando al Real Jaén y celebrando un gol. La picardía para intentar entrar agudiza el ingenio».

Entre los peloteros que tiene grabado en su corazón destaca a Arregui. «Llegó a ser mi jefe. Cuando murió en un trágico accidente (en la localidad cordobesa del Carpio, en 1967) él era el delegado de Fagor en Jaén y yo trabajaba para él. Y después fue su viuda la delegada y seguí trabajando con ella. Me jubilé hace dos años. Era un fenómeno como persona y como futbolista de lo mejorcito que ha pasado por aquí. También hablo por las redes sociales con futbolistas de todos los tiempos: Sierra, Roteta, Cascón, Rueda, todos los veteranos...».

Mariscada en Orense

Y de los ascensos, «del que guardo un recuerdo más grato fue del de Orense. Estábamos pendientes del partido de Torrelavega que lo retrasaron para conocer nuestro resultado. Sierra marcó de penalti y estábamos en Segunda, pero pendientes del otro partido. Quince minutos en el vestuario callados, pendientes de la radio y cuando dieron el pitido final se montó una fiesta única. Y luego nos comimos una mariscada, por la noche, que no olvidaré nunca».

También hay sitio para los malos recuerdos. «En Santander, con Juan Carlos Hidalgo, me dio como un mareo en la comida con la directiva de este equipo y caí al suelo. Me llevaron al hospital, me dijeron que no tenía nada y cuando regresé al partido me dijo el presidente, que era médico, que creía que estaba muerto, de un infarto. Incluso Hidalgo me guardó un medallón de oro, regalo de mi madre, porque creía también que podía morir para evitar que desapareciera».

A Fajardo sólo le falta vivir con el Real Jaén un ascenso a Primera. «Si ahora se ascendiera sería algo único. El Real Jaén se merece estar en la categoría de plata del fútbol nacional, no es un equipo de Segunda B».

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